jueves, 29 de junio de 2017

La encina de Sotoscueva, Merindad de Sotoscueva

Hoy venimos a hablar de nuevo de un árbol totémico o emblemático, un árbol de concejo en este caso, desaparecido en el siglo XVIII, según se cuenta, por el absurdo capricho de un déspota. En su lugar, se comenzó a dar culto a un nuevo árbol, que sustituye el recuerdo del anterior. Jaime L. Valdivielso Arce nos dice que la gran particularidad de la encina centenaria, incluso, milenaria, en palabras de otros autores, como Cesar Javier Palacios, de Sotoscueva, lugar en el que se encuentra, era la de ocupar el centro geográfico de la Merindad. Quizás por eso era el lugar idóneo de reunión, costumbre que seguramente podía venir de anteriores ejemplares que ocuparan el mismo lugar. Aunque esa forma de autogobierno y esa veneración alrededor de un juez que nunca prevaricaba, ni aplica injustas leyes, como es el árbol singular, se haya perdido en la actualidad -ojalá no para siempre- , al menos nos queda la memoria de su existencia y, como tal, resulta una cuestión de principal interés el divulgar su recuerdo y el ejemplo de veneración que nuestros antepasados les profesaron.
Fuera del asunto tratado hoy, diremos que nos ha hecho ilusión volver a traer al blog la Merindad de Sotoscueva, pues no volvíamos desde los inicios de este blog, allá por el 2009, cuando hablamos de la ermita rupestre de San Bernabé y San Tirso y de 'Ojo de Puente' de Puentedey.

Foto: tierrasdeburgos.blogspot.com

Fuente: tierrasdeburgos.blogspot.com (utilizando, a su vez, como fuente la obra "Árboles singulares de la provincia de Burgos" Cesar Javier Palacios)

Cuentan que desde tiempo inmemorial existió en este alto que se eleva sobre el mágico lugar de Ojo Guareña una centenaria encina bajo la cual se reunían los representantes de la merindad de Sotoscueva.
Durante muchos siglos y al menos hasta el siglo XVII, esta gigantesca encina milenaria fue testigo de los acuerdos tomados por los vecinos más notables para el mejor gobierno del valle. En 1616 fue creado el archivo de la Merindad, donde se empezó a levantar acta de todas aquellas reuniones y a registrarse los diferentes acuerdos, ya que hasta entonces nada quedaba escrito, al tenerse como suficiente testigo al gran árbol. Todo lo acordado bajo el gran arbol era respetado escrupulosamente, fieles todos a las costumbres ancestrales de origen pagano.
Hacia 1650 se trasladaron los plenos a las inmediaciones de la ermita, en una gran sala rupestre habilitada a tal efecto, y conocida todavía como sala del concejo (aún se utiliza en eventos singulares y se visita en la pequeña ruta guiada por las cuevas). Desde 1924 los plenos se desarrollan en la capital de la merindad, Cornejo.
Una leyenda afirma que aún en el siglo XVIII los habitantes de la zona sentían una gran veneración por la encina. Enterado el arzobispo de Burgos, consideró tal culto como un resto de paganismo demoníaco; y ordenó que fuese cortada, quemada por completo y dispersadas sus cenizas por el campo.
Pero el recuerdo pervivió en las gentes. Tanto que, ya en los años 70 Pedro Macho, que durante bastante tiempo fué el guia y encargado de las cuevas decidió individualizar una de las mediadas encinas del monte rodeándola con 16 pequeños monolitos rectangulares a modo de asientos. Así, pues este árbol singular en el que muchos se fijan es a su vez una creación singular de una persona. El ejemplar tiene un perímero de 1,20 metros y apenas unos 60 años.


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