domingo, 14 de enero de 2018

Los Morraches, Malpica de Tajo

Una vez quedó atrás el Solsticio, poco a poco nos vamos acercando a las festividades que comienzan a encuadrarse en las de mitad de invierno, en lo que fue el antiguo Imbolc céltico, alrededor de una serie de santos, santas y alguna virgen, como la Candelaria, que no hacen otra cosa que cristianizar estas antiguas festividades. Uno de los primeros santos en el calendario, de este momento concreto del año, alrededor del cual se encuadran un buen número de mascaradas y cencerradas invernales, sería el mártir San Sebastián, cuya próxima celebración es el 20 de enero, aunque muchos de estos festejos se adelantan, igualmente, a un día antes, al día 19 del mes que toma nombre del dios bifronte romano o dios Jano, en el cual nos encontramos. Así, la semana que viene, se celebrará San Sebastián en la población de Malpica de Tajo, en la comarca toledana de Torrijos, a través de la mascarada y cencerrada conocida como Los Morraches. En este caso, estos personajes muestran el típico colorido de muchos de estos festejos, los cuales, según se dice, y como hemos apuntado por aquí reiteradamente, simbolizan la explosión de colores que provocará, en los campos, la siguiente estación que está por llegar: la Primavera. Los cencerros, como ya sabemos, buscan, además, despertar a la Naturaleza de su aletargamiento invernal. 
Hemos extraído unas líneas de la página web del Ayuntamiento de Malpica de Tajo, en las que se señalan algunos datos de interés, a pesar de lo cual queremos advertir del error de identificar a la antigua festividad de Imbolc, que hemos mencionado, con una divinidad.

Los Morraches - Foto: ociorunners.es


Fuente:  malpicadetajo.es

La botarga, morrache, guirrio, sidro o zamarrón es un personaje de origen pagano, procedente de la mitología celta prerromana, que fue incorporado a las festividades católicas como representación del jolgorio y de la lujuria. Son tradicionales en distintos lugares del centro y del norte de España, principalmente de Castilla, Galicia, Asturias, País Vasco y Navarra, aunque como festividad cristiana fue trasladada a otras regiones de España y de Hispanoamérica. Sus atributos varían según las zonas, pero suelen consistir en una máscara, traje de colores vivos, rabo y genitales bovinos. En ocasiones llevan cuernos, y en la mano portan siempre un instrumento de azote, sea látigo, cachiporra o, en ocasiones, castañuelas. Suele acompañarse de un bastón en la otra, con el que marcan el ritmo cuando se presentan conjuntamente con danzantes.
Lo más probable es que los morraches procedan de una festividad pagana primitiva (de origen celta ) que emparenta con las populares botargas alcarreñas de Guadalajara (las de Mazuecos - botarga de la Virgen de la Paz -, Montarrón - botarga de San Sebastián-, Robledillo de Mohernando, Alarilla, Fuencemillán - botarga de San Pablo-, Humanes de Mohernando, Málaga del Fresno, Valdenuño, Arbacón y Retiendas entre otros) y otros lugares castellano manchegos . Para corroborar el parentesco sólo hay que constatar la similitud de la indumentaria o traje y o acudir al Diccionario de la Real Academia en su acepción sobre la botarga, que sería "vestido ridículo de varios colores que se usa en algunas representaciones teatrales y carnavales " y el nombre de la persona (de aspecto abotargado por la ropa de debajo) que porta el traje.

El investigador de costumbres, José Ramón López de los Mozos, piensa que parece evidente que las raíces de la fiesta de la botarga se hunden en una “teoría vegetal”. Así, la leyenda de la botarga se originó con la creencia de que existían ciertos genios del bosque que, con su magia, influían en el crecimiento de las cosechas. Con sus danzas, animaban el crecimiento de los cereales, permitiendo a los habitantes de los pueblos contar con más alimentos y ser más felices. Ya antes de que las legiones romanas hicieran suyo el Occidente europeo, las tribus celtas realizaban rituales en los meses más crudos del invierno invocando al dios Imbolc para ahuyentar los “malos” espíritus del frío y permitir la llegada de la primavera, etapa de florecimiento y fecundidad de la naturaleza. “Serían una especie de genios del bosque, unos diosecillos de segunda categoría por así decirlo, que con sus saltos y los toques, por magia simpática, harían crecer las cosechas y por tanto el pueblo tendría cosechas más ricas y podría comer, siendo más felices”, apunta López de los Mozos.


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